Aplazamiento de la maternidad

Una de las principales causas de infertilidad es el aplazamiento de la primera maternidad, ya que la fertilidad en las mujeres disminuye progresivamente a partir de los 28 años aproximadamente y se reduce de manera drástica a partir de los 35. Las mujeres españolas (y europeas) están retrasando la edad de su primera maternidad más allá de los 31 años y con la edad las dificultades para conseguir un embarazo crecen.

A los 25 años, en cada ciclo menstrual las probabilidades de quedarse embarazada de forma natural son de alrededor de un 25%, a los 35 bajan considerablemente a un 12% y en los siguientes cinco años van agotándose hasta llegar a un 6% a los 40 años. Los porcentajes de niño nacido vivo aún son más bajos. 

No todas las mujeres son conscientes de esta realidad y cuando, pasados los 35, deciden tener hijos, se encuentran con la sorpresa de la infertilidad.

Aunque las mujeres de hoy sigamos deseando hijos como las mujeres de hace veinte años, a ese deseo de hijo se le oponen fuertes obstáculos. Entre ellos el hecho de que cada vez se asocian más exigencias y responsabilidades a la idea de ser madre y padre. Pero también, que en la actualidad las mujeres tenemos otras aspiraciones además de la maternidad, esa vida propia que tiene que ver con los estudios, el progreso profesional, el desarrollo personal,  el ocio y la vida íntima, y en atención a ello los años dedicados a la crianza ocupan cada vez una proporción menor en el conjunto de nuestra vida. 

En el ámbito profesional las mujeres siguen haciendo un sacrificio importante porque cuando llegan los hijos, si no se acaban, se frenan los ascensos. Y la posibilidad de conciliación de la vida laboral y familiar sigue siendo hoy por hoy una quimera.

La socióloga M.ª Ángeles Durán lo tiene claro. No puede pedirse a las mujeres españolas que asuman la maternidad sin que el resto de la sociedad se haga realmente responsable y solidario de la tarea, ya que de ello nos beneficiamos todos. Si el trabajo de cuidar a los niños no se convierte en una responsabilidad social realmente compartida, nuestra tasa de natalidad seguirá siendo baja y la edad de las madres primerizas seguirá aumentando (y los problemas de fertilidad creciendo).

Algunas ventajas de la maternidad tardía

La maternidad tardía puede resultar ventajosa en cuanto a que se afronta la crianza con una madurez personal que no se tiene a los 20 o incluso a los 30 años. También tiene a su favor el hecho de que a estas edades suelen ser hijos muy deseados y muy valiosos para sus progenitores. SE

Además de los beneficios de la madurez de unos padres que ya han superado la treintena o incluso la cuarentena, estos hijos probablemente van a disfrutar de unos padres con mayor desarrollo personal y cultural, que ya han conseguido una estabilidad laboral e incluso una situación profesional asentada y un hogar con mayor estabilidad económica.

Algunas desventajas de la maternidad tardía

La maternidad tardía conlleva problemas de fecundidad y, por lo tanto, dificultades para conseguir el embarazo y, a continuación, riesgos en la gestación que no padecen las madres jóvenes.

Una vez superado el embarazo nos enfrentamos a situaciones que no van a afectar a los padres y madres jóvenes, como los relacionados con la diferencia de edad que va a haber entre padres e hijos, que puede complicar las relaciones entre ambos. Los padres tardíos serán mayores cuando sus hijos sean adolescentes y esta distancia generacional, aunque no necesariamente, puede dificultar aún más las relaciones y el entendimiento en esa etapa tan difícil para los hijos. Además, cuando los hijos estén en edad de ir a la universidad los padres podrían estar ya jubilados o a punto de hacerlo y su poder adquisitivo para prestarles ayuda no será igual que cuando estaban en activo.

Además, tener un hijo con alrededor de 40 años no sólo es menos saludable para nosotras y para nuestros hijos, es menos ventajoso en términos de vivencia, en cuanto que permite disfrutar a hijos, padres y abuelos, los unos de los otros, menos tiempo (veinte años menos que las madres veinteañeras) y en peores condiciones. 

Si la hija sigue la misma pauta que la madre tardía, y es madre también a los 40, la abuela tendrá 80 años cuando pueda ver a su nieta por primera vez. Un poco tarde para disfrutar de ella y ayudar a cuidarla como lo han hecho las generaciones anteriores. Un poco tarde para ejercer la función tan importante de representación del pasado, el «de dónde venimos», que significan los abuelos y que se ha revelado de gran importancia en el desarrollo de los nietos.

Tener hijos más tarde también significa en muchos casos tener menos hijos. Si se tiene el primero cerca de los 40 años, es más difícil conseguir un segundo embarazo, más complicado también llevarlo a término sin dificultades, o al menos más arriesgado para la salud de madre e hijo y más duro, al menos físicamente, sobrellevar las exigencias de la crianza. De modo que los hijos de padres primerizos mayores tienen menos hermanos, pero además, como se trata de un fenómeno social, también tienen menos primos y con ello una menor red consanguínea y por lo tanto menos red social, tan importante para su desarrollo, para la crianza y para su futuro.

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